martes, 17 de febrero de 2009

COMENTARIO -EL NUAVO PACTO EDUCATICO-TEDESCO

El nuevo pacto educativo
Juan Carlos TEDESCO,
Ed. Anaya, Madrid 1995
Pocas veces asistimos a la lectura de un análisis de la realidad con el acierto y la claridad que el libro que en este número proponemos nos presenta, máxime teniendo en cuenta la complejidad a la que se somete un estudio sobre educación cuando no se quiere hacer exposiciones teóricas de esta o aquella línea pedagógica, sino que se pretende enmarcar la educación en un momento socio-político concreto. Un acierto supone el tratamiento de los problemas que plantea hoy la escuela, no desgajándola del contexto social en que se halla inmersa, sino confrontando los desajustes que el propio sistema alberga sin acusar como responsables de la crisis educativa aspectos sesgados que en cierta medida no son más que paliativos que pueden mejorar o no, pero que en ningún caso se plantean sanar la enfermedad de una educación agonizante. ¿A cuántos debates sobre enseñanza hemos asistido sin examinar cuáles han sido los fundamentos de la escuela actual y su vigencia? Creo que más bien nos hemos empleado en la crítica de medidas que en absoluto hacen temblar los cimientos sobre los que sustenta la escuela y el despropósito de éstos en la era de la información y tecnológica.
En estas páginas el autor nos propone una reflexión sobre el sentido de la escuela desde la denuncia de la crisis del sistema tradicional y, tras la ausencia de sentido, nos invita a la recuperación de la identidad de la misma, empresa que ha de pasar obligatoriamente por una toma de conciencia de la invalidez del maestro como agente socializador en nuestros días. Y...si renunciamos a dar respuesta desde nuestras clases, a leer con los alumnos desde y para la realidad que vivimos, ¿para qué y a quiénes estamos enseñando?
Podríamos resumir la tesis de partida diciendo que la crisis actual radica en la dificultad de orientar las acciones educativas formales sin una idea clara de su articulación con el resto de las acciones e instituciones socializadoras, lo que se leería como un modo de ver el proceso de construcción de las identidades individuales.
Valgan las líneas siguientes de claves para entrar en diálogo: en primer lugar, plantea Tedesco que la crisis que presenta el sistema escolar puede ser estudiada bajo distintos aspectos, subrayando como marco de trasfondo la desorientación de las finalidades que debe cumplir. Es patente la dificultad para orientar las acciones educativas formales sin cohesionarlas con el resto de las instituciones sociales. La escuela hace vigente -en lo que respecta a contenidos y comportamientos- los postulados modernistas de una enseñanza basada en la razón y la reproducción de un modelo de persona democrática, mientras que los alumnos responden a una cultura postmoderna, que impone un panorama cultural más abierto y dinámico, pero carece de bases sólidas en las que los jóvenes puedan formarse. Es más, por una parte los lleva a una esquizofrenia entre las aspiraciones que propone y los cauces para acceder a ellas; por otro lado, potencia la figura del individualista so pretexto de atender y respetar las particularidades de cada cual.
Un segundo factor a observar sería la pérdida del papel socializador de la escuela: no existe ni fundamento (nación, democracia), ni finalidad (futuro mejor) ni unidad (ubicación en la estructura social). La carga de identidad personal y social recae en la TV, lo que supone que los marcos de referencia difieran de los que propone la escuela.
Desarrolla ampliamente la paradoja que resulta el exigir mayores niveles de responsabilidad a edades más tempranas y, al mismo tiempo, prolongar el periodo de dependencia mediante el aumento de años de escolaridad, dificultar en la inserción laboral, etc.
Naturalmente podemos disfrutar en esta lectura de una fina observación en lo que respecta al fruto de la era tecnológica y de la información: el peligro que conlleva el identificar conocimiento y pensamiento: "Las tecnologías actuales poseen una enorme capacidad de acumular y procesar información. Este proceso, llevado a su extremo, supondría que seríamos incapaces de entender, de pensar y de hablar de aquello que, sin embargo, podemos hacer. El hombre, decía Hanna Arendt, parece poseído por una rebelión contra la existencia humana tal como nos ha sido dada y desea cambiarla por algo creado por él mismo. Ya no nos satisface nuestra inteligencia y queremos crear una inteligencia artificial, de la misma manera que queremos crear vida y prolongarla más allá de los límites hasta ahora naturales".
Especialmente interesante resulta caer en la cuenta de la necesidad de formación permanente como obviedad frente a las categorías obsoletas de secuencialidad y jerarquización de la escuela de principios de siglo. Participamos del concepto de jerarquización en tanto se vocifera el acceso universal a la educación, pero... ¿nos hemos cuestionado la validez de los títulos universitarios actuales? El diseño actual de los planes de estudio universitarios propone como un paso en la carrera laboral la obtención del título, pero éste no garantiza de ninguna manera el acceso seguro a un puesto de trabajo. El paro aumenta, y con ello la desconfianza de los jóvenes.
Siguiendo con las tan manidas consignas de "educación para todos", "integración", etc., ¿no se trata de consolidar la desigualdad? ¿Es válida para todos la aportación de las distintas reformas que estamos viviendo o sirve de entretenimiento para quienes no se consideran dignos de una formación permanente? ¿Acaso no están sirviendo los módulos como caramelo para que los jóvenes se planteen que el acceso a la Universidad es para otros, para aquellos que puedan "perder su tiempo"? ¿Nos hemos planteado por qué asumimos la integración en la escuela y cerramos los ojos a la integración política?Mientras tanto, los enseñantes enarbolan la bandera de la asepsia, creyendo que la neutralidad en nuestras aulas dota de "rigor científico" a nuestras clases.
Tras una visión y un juicio crítico -valga la redundancia- sobre los males de la educación actual, en los cuales late siempre una fuerte desconfianza hacia toda idea de transformación ("Nuestras sociedades pretenden que la urgencia de los problemas les impide reflexionar sobre un proyecto, mientras que en realidad es la ausencia total de perspectiva la que las hace esclavas de la urgencia"), el autor propone que la identidad de la educación debe ser reconstruida. Por ello y para ello enumera una serie de medidas con las que podemos empezar la andadura.

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