jueves, 16 de abril de 2009

científicos, apelando a un proceso de maduración espontánea.
Resumiendo esta concepción se cita muchas veces una apreciación de
Piaget en la cual plantea que cada vez que se le enseña prematuramente
a un niño algo que hubiera podido descubrir por sí solo, se le impide
inventarlo
y, en consecuencia,
entenderlo
completamente.
Sin embargo, este es un enfoque que no toma en cuenta el papel que
juegan los paradigmas teóricos en el proceso de investigación
científica,
desconociendo el hecho de que cada disciplina se caracteriza por
una cierta estructura
conceptual. Coherentemente, también ignora que
el alumno tiene un aparato de nociones previo.
A fines de los ‘70 y comienzo de los ’80, la Didáctica de las Ciencias
recibió nuevas influencias provenientes del campo de la epistemología
y de la psicología del aprendizaje. Los aportes de Khun (1960), Toulmin
(1972), Lakatos (1983) y Feyerabend (1981), entre otros, fueron decisivos
para poner en crisis muchos de los supuestos teóricos sobre los
cuales fueron elaboradas
las reformas curriculares
de los años 60 y 70.
También desde la psicología del aprendizaje comenzó a tomar importancia
el estudio de cómo los niños entienden los procesos y la
influencia que esto tiene en la incorporación
de los nuevos conceptos.
La famosa frase de Ausubel “si tuviera que reducir toda la psicología
educativa a un sólo principio, sería éste: el factor que más influye sobre el
aprendizaje es lo que el estudiante ya sabe. Descúbraselo y enséñesele
en
consecuencia”
(1998: 54) resume esta nueva perspectiva
de la psicología
educativa.
Al respecto, Pozo y
Carretero manifiestan que
“la utilización exclusiva
o
prioritaria de esa estrategia
en la enseñanza de las
Ciencias se basa en una
supuesta omnipotencia
y homogeneidad del
pensamiento
formal”
(1987: 38-9).

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